22:02

El Nombre Mapuche: Un sentido de Identidad

Institución y significación

Una de las características e importancias que ha desarrollado el lenguaje, bajo una concepción moderna, es su carácter normativo, o sea, la imposición de reglas, obligaciones y deberes que ejerce, basado en el sistema cultural en el que está inmerso.

En este sentido, el lenguaje responde y se genera en torno al concepto de institución, ya que es en las instituciones donde se aprende las normas y reglas que el lenguaje proclama. Esto trae como consecuencia que todo lo planteado por las instituciones sea tomado como verdadero, ya que es legitimado por la sociedad, es decir, es validado por los sujetos, lo que genera una hegemonía en lo que se plantea, pero también una cierta igualdad, una homogeneidad dentro de ella (aunque no por eso es necesariamente verídico).

Esta articulación social influye en el sentido antropológico del lenguaje ya que por medio de él se produce el reconocimiento. Por la articulación, el sujeto se reconoce a sí mismo y a sus pares, generando así el intercambio entre sujeto, “otro” y sociedad, intercambio que se hace evidente y que se explica en cuanto a su significado: Lo público, que tiene que ver con el rol que ocupa el sujeto en la sociedad y a los códigos comunes a los que responde para generar articulación; y lo privado, que tiene que ver más con la persona, con la singularidad que pueda generar, respondiendo al reconocimiento.

Bajo este contexto, plantemos el valor del nombre como elemento trascendental e influyente en la creación y formación de la identidad del sujeto.

Claro ejemplo de lo mencionado es el pueblo mapuche que le atribuyen al nombre una importancia que refleja parte de su historia como pueblo indígena, así como la influencia de la cosmovisión en su desarrollo como personas; pero también la problemática que significa el tratar de insertar sus nombres en una sociedad con normas distintas y las consecuencias negativas que esto genera.

Relación Mapuche-Naturaleza y Nombre-Naturaleza

Para el mapuche, al igual que para el conjunto de las naciones indígenas, este ente va más allá de una divinidad: La identidad de la etnia se construye en la conversación con el territorio del que es parte. Existen y coexisten con ella, de ella, para ella. De ésta cogen su alimento y su abrigo, con y para ésta trabajan, y rezan a ésta para cuidarles en su descanso: Está en una relación de igualdad con ella y con los seres vivos. Obran juntos en respeto. Más que un instrumento –pues no la controlan–, es una forma de vida.

En consecuencia, “la gente de la tierra”, que hace alusión a quienes reconocen pertenecer a aquel territorio, no tiene ese nombre sólo por cultivar y trabajar con el suelo fértil, sino por ser unos con él y con todas las criaturas que alguna vez le pertenecieron.

Un claro ejemplo de dicha relación de fraternidad es el ‘gijatun’: “Una manifestación cultural en el cual convergen y se conjugan diversos aspectos educativos del conocimiento mapuche, construido a través del tiempo” . Es una ceremonia “donde se hace presente la espiritualidad, el arte, el canto, las comidas, la lengua, el conocimiento, la unidad de las familias, ancianos, ancianas, adultos, jóvenes y niños y niñas así como de la vestimenta, la economía, la solidaridad y la territorialidad mapuche” .

El Gijatun simboliza la resistencia del pueblo mapuche ante los constantes procesos de asimilación cultural que ha generado el Estado chileno, constituyendo una de las expresiones más fundadas de la identidad cultural mapuche. Es un factor relevante para la educación intercultural en su contexto cultural, pues abarca el ámbito del conocimiento de la religión mapuche en el simbolismo de la ceremonia, de la formación de las personas y de la naturaleza. Lo que explica lo dicho anteriormente: El hombre estableció normas y pautas de conductas frente a la naturaleza con el objeto de mantener el equilibrio y continuar su relación de armonía y reciprocidad con ésta y con la comunidad, debido a su utilidad como también a no encontrarse solo en el llano, pues existían dueños (‘gen’) que hacían posible su permanencia y subsistencia; Éstas se deben respetar y actuar de acuerdo a lo que se establece.

El Gijatun es, entonces, donde se defiende la identidad del pueblo, de la comunidad mapuche en general donde, por medio, del rito en convivencia con la naturaleza.

Esto da cuenta de que el nombre mapuche expresa más que la estirpe. “Su significado se materializa y anima, es la marca y divisa, blasón y símbolo representativo. Es el ser tutelar de la estirpe y sus miembros. Es su apellido, pero además simboliza la alianza con el espíritu del antepasado y el que originó el linaje (‘pillán’), que a su vez sobre vigila y defiende a sus miembros” . El vínculo establecido por sus antepasados es lo que direcciona su contacto con la naturaleza y define con qué deben relacionarse e identificarse. La relación que posee, entonces, esta naturaleza con el nombre mapuche es simple: Al estar presente en todo aspecto de su vida, lo está también en su identidad. La significación de cada nombre en ‘mapudungun’ tiene una analogía con un elemento de la naturaleza, ya sea el nombre propio o el nombre que le dan a sus grupos (mapuche significando, como ya está dicho, “gente de la tierra”). En el caso de un ser vivo, de un acontecimiento, entre otros, se le protege y venera, se le trabaja y vela.

Cultura mapuche dentro de la modernidad




La modernidad nace con la interacción o diferencia respecto del hombre con la naturaleza cuando éste le entrega conciencia, transformándola en instrumento y dándole una nueva función, dándose cuenta que “tiene” poder para destruir y construir su propia realidad. La modernidad actúa como separación del pasado: Se deja de lado todo en lo que se creía para pasar a planear el futuro, a aportar un orden fundamental para vivir, normas se establecen y se accionan, relaciones sociales se estructuran, instituciones se conforman, se crea la teoría del tiempo, para pensar en cómo escapar de él. ¿Cómo, entonces, entra la cultura mapuche, siendo que la naturaleza, eje donde aquella cultura y creencia gira, fue desechada como ideal?

La cultura mapuche choca contra la modernidad porque ésta, en resumen, cambia. Está sujeta a modificarse de acuerdo a lo que pueda pasar en un futuro, olvida la preocupación por el pasado y la definición de lo que viene respecto de éste, que es, en otras palabras, de lo que trata la tradición en la que se basan la mayoría de las culturas indígenas, los mapuches siendo relevantes en el contexto de este trabajo. Se separa de la naturaleza para ser distinto a ella y así salir del círculo que intenta recrearla para sólo lograr una copia de un fragmento de lo que puede ser. La naturaleza se convirtió en incertidumbre: La seguridad de tener un pasado fundamentado en tradiciones y rituales pasó a plano inferior. En la modernidad, se busca la creación de un objeto que pueda mantener el sentido más allá de sus creadores, que pueda sustituir los cuerpos existentes y trascender; La idea central de la modernidad, desde el siglo XIX, es abandonar la naturaleza para reproducir la realidad; la ruptura del canon, el modelo autoritario a seguir.

Todo esto significa que, como la modernidad choca contra la naturaleza, choca a su vez contra los principios culturales y los ideales de los mapuches, y, por tanto, con la construcción de su identidad, o sea, su nombre, relacionado con los elementos que le rodean. 

Característica cultural

A partir de lo investigado y de haber puesto énfasis en el nombre como un reflejo radical dentro de la cultura mapuche, queremos abordar en esta conclusión el valor que tiene el nombre como fuente inmensa de sentido para este grupo humano.

Sabemos que el nombre en los mapuches es un instrumento importante al momento de comunicarse, de utilizar un lenguaje determinado para entenderse y intercambiar ideas; en este caso, el nombre funciona también como un administrador de sentido, es decir, el nombre es una especie de condensación de las creencias y de la profunda tradición que une a los mapuches tanto con sus antepasados como con la Tierra. Es por eso que nos atrevemos a plantear que el nombre administra un sentido específico.

Ahora, ¿cuál es este sentido específico? Si el sentido se define como una correspondencia entre lo que la existencia es y lo que se hace con ella, podemos establecer que el mapuche ve en el nombre un proyecto que se acompaña intrínsicamente con un deseo y un objetivo. Se apela entonces a una finalidad que se expresa en el sentido: El sujeto, al poner un cierto nombre, al identificarse con una representación, alude a la capacidad misma de usar un lenguaje propio que mantenga viva una tradición y un estilo de vida, que, al mismo tiempo, garantiza que, al darse cuenta de la importancia del nombre, transmite una información precisa, está siendo parte de una función que se cumple y al mismo tiempo se va a cumplir. Así el “sentido” es uno de los pilares de la importancia de la cualidad del nombre como referente en la construcción de la identidad.

Siguiendo con este tema, la identidad del sujeto mapuche está basándose simultáneamente entre un autoreconocimiento que involucra la funcionalidad de un lenguaje que se hace propio y un reconocimiento por medio de la alteridad al querer transmitir una cierta información que, de todos modos, es fundamental para la mantención de una cultura colectiva que se legitime casi automáticamente por los miembros de la comunidad.

Así es como nos adentramos ahora al tema de la cultura en función de su capacidad de producir sentido, el nombre en el caso de los mapuches se ve así enfrascado en una tarea que tiene como principal eje la administración social de una finalidad que pretende ser común. Podemos decir que este objetivo es la memoria, el anhelo de una trascendencia en el tiempo, prolongar la vida, porque para el mapuche la vida está en la Tierra; en consecuencia de esto, vimos ya como los nombres se componían de una infinitud de signos que nos hablan de un fenómeno, o por decirlo de alguna manera, de una vida llena de manifestaciones en las que los elementos naturales son los principales protagonistas.

La identidad entonces se construye de una forma predeterminada por una cultura que claramente quiere recordarle al sujeto mapuche quién es y cual es su sentido en esta vida. La existencia no está flotando en un espacio abierto y vulnerable; la existencia tiene que hacer algo, tiene una finalidad, el mapuche tiene que elaborar algo con ella, y aquello se logra mediante la producción de un lenguaje común que es muestra fehaciente de su sentido.

Pero este sentido, que visto desde un punto de vista más clásico sería la gran conexión del mapuche entre su existencia y su cultura, se cuestiona al ver que esta administración ideal es de algún modo atormentada al entrar en una cultura que produce y administra otro tipo de sentido, como lo es la cultura moderna.

En el análisis, expusimos como los mapuche han tendido que luchar en medio de la
modernidad, un espacio distinto, para poder mantener su nombre, y lo más importante, el valor que este tiene lo que nos lleva una vez más a pensar en el nombre como un factor ineludible en el momento en que hablamos de identidad y auto reconocimiento. El sujeto moderno ve en el lenguaje la posibilidad de fabricar un orden y con esto una estructura normativa que sumerge al individuo en una institución determinada, la cultura moderna entonces produce un sentido distinto al de los mapuche, un sentido que pretende llegar a un final productivo, el que el hombre asume que posee dicho poder para definir los elementos que lo rodean, entre esos, el tiempo.

Es en este momento cuando se nos presenta una de las grandes problemáticas en un marco cultural, donde el mapuche entra a una esfera moderna se transforma en un sujeto que debe lidiar con distintas producciones de sentido donde el choque se produce al querer aceptar un lenguaje en el que el tiempo es netamente acompañado de una memoria que recuerda los antepasados y su sabiduría, mientras que viven inmersos en una modernidad que asume su discurso como una ayuda importante al afán de administrar el tiempo, de querer de alguna forma manejarlo y producirlo.

Concluimos entonces que la importancia valorativa del nombre en la cultura como administradora y a la vez productora de sentido, radica principalmente en el cambio que la sociedad mapuche sufre al momento en que se ve expuesta a un mundo que en cierta medida legitima su “estilo de vida”, pero que a la vez traza drásticamente las líneas de una modernidad realmente anhelada; modernidad que en su proyecto se diferencia tajantemente al del mapuche en cuanto al qué se quiere lograr con la existencia, con lo que se hace y se dice día a día.

En definitiva, el nombre mapuche nos refleja este sentimiento dividido. El nombré está, tiene un significado, pertenece al deseo de un sentido determinado es la conciencia de una cultura que se quiere mantener viva. Es en el nombre donde el mapuche ve su primera fuente innegable de identidad, está registrado, pero finalmente es él quien, muchas veces afectado por un incipiente sentimiento moderno, decide replantearse y así insertarse en un nuevo sistema normativo, en otra institución, lugar en que este nombre será a lo más la representación de una persona, de un físico, y no de un sentido, que al parecer se hace más vulnerable en nuestros días.


CELESTE MUÑOZ

0 comentarios:

Publicar un comentario